jueves, 6 de febrero de 2020

NUEVAS EXPERIENCIAS

A continuación os adelanto un pequeño esbozo de mi trabajo...



                         “PROYECTO SOLUCIÓN”

                                           1

La holografía palpitaba encerrada en la placa de metacrilato.
Amelie caminaba enfurruñada y helada hacia la puerta de la Fundación. “¿A quién demonios se le ocurre programar una reunión a las seis de la mañana?”. Sus pensamientos, en perfecto francés, viajaban del insulto al lamento.
El guardia dormitaba tras la ventana de cristal. Su rostro, iluminado débilmente por una lámpara de mesa, se veía aletargado. Solo percibió su presencia cuando los detectores ya la habían localizado.
La huella genética de Amelie había activado los sensores de proximidad y el ordenador de la entrada accionó la puerta, que se abrió justo en el instante en que la mujer se hubiera empotrado en ella.
El guardia abrió los ojos pesadamente.
No sé para qué necesitamos un guardia en la entrada con estas medidas de seguridad. Guardar las apariencias en un edificio como éste es una estupidez.”
El frío de la madrugada dio paso a una cálida bienvenida. Se quitó el grueso abrigo oscuro que vestía y lo colgó en la percha.
Soy la primera.”
Pasó ante la recepción y el guardia le sonrió ligeramente. Su rostro denotaba sus pensamientos: “¿Qué demonios hará esta a estas horas aquí ? Espero que no diga nada. Me ha pillado”
Olía a café recién hecho. Mientras Amelie avanzaba por el blanco y bien iluminado pasillo tuvo que reprimir el impulso de pedirle uno al guardia. Era el aroma que le gustaba sentir cuando llegaba por la mañana y el edificio, que conocía su identidad, así lo repartía a su paso. Dobló hacia la derecha, recta hacia su despacho. Las luces se encendían al detectarla.
AMELIE BLANCHART– GENÉTICA. El aséptico cartelito anunciaba su nombre y profesión. La puerta del despacho se abrió un segundo antes y la luz eléctrica se acomodó a sus pupilas. Su sillón estaba ocupado.
          ¿Quién? 
          Un hombre le sonreía satisfecho.


                                                             2

La incómoda postura despertó a David Marlon. Se había quedado dormido sobre la mesa y la luz de la pantalla del ordenador fue lo primero que vio. Suspiró y parpadeó varias veces al observar la fotografía que había dejado activa al dormirse. Lo odiaba. Fue ese odio profundo y auténtico lo que le ayudó a desperezarse. Notaba las comisuras de los labios sucias de saliva y se las limpió con el índice derecho. Luego acomodó el teclado y tecleó: “Bolt”
El buscador se activó y lanzó sus rapidísimas telarañas de luz por la pantalla hasta dejar preparado el equipo para una nueva búsqueda.
Hasta yo mismo utilizo esta mierda” negó mientras apretaba la mandíbula. Tenía un botellín de cerveza en el suelo y lo cogió mientras ordenaba sus ideas. La botella estaba caliente. La miró. No le apetecía nada tomar un trago de cerveza en ese estado, pero tampoco quería levantarse para coger otra del frigorífico. La dejó sobre la mesa. Miró la pantalla. Bolt estaba allí. “¿Cómo cojones ha crecido tanto en tan poco tiempo?” Sí, era verdad que el navegador funcionaba a la perfección y era maravilloso con el “Thingsnet”, el Internet de las cosas, que se había desarrollado a una velocidad impensable años atrás, pero había algo que no le cuadraba. Por su culpa le habían despedido. “Alphabet” había echado a miles de informáticos como él cuando su reinado comenzó a declinar. Y así estaba él, en el paro, sin subsidio, sin dinero, y para colmo, Bolt había mejorado la seguridad de las empresas y los particulares. Ahora era imposible hackear con la facilidad y la habilidad con la que se hacía antes. Un poco antes. Y todo por culpa de ese hombre cuya foto había dejado abierta en el ordenador antes de dormirse. Sí, se había bajado los pantalones e ido a mendigar un empleo a esa nueva empresa emergente. Una amable secretaria le había dicho con voz muy dulce y cariñosa: “No reúne usted el perfil que esta empresa necesita. Muchas gracias por su tiempo.” Y le había despedido sin ninguna otra explicación más. De su equipo, de sus compañeros, solo él “no había reunido el perfil” que la empresa de ese hombre requería. Suspiró. Miró la botella. Tendría que levantarse a coger un botellín fresco. No podía ser de otro modo. Tenía sed y ganas de olvidar su mala suerte. Tecleó otra vez el nombre: “Paul Gant” y en seguida apareció aquel rostro odiado en la pantalla plana de su ordenador anticuado.

                                                         3

Amelie sabía quién era aquel hombre. Claro que lo sabía. Había salido en todas las noticias, en todas las portadas, en todas las revistas, escritas y virtuales, en todos los programas de seguimiento, en todos los canales de noticias, tanto de Internet como de las viejas emisoras de televisión, en todas partes. Era un rostro ubicuo, conocido por todo el mundo, desde China hasta el más lejano e inexplorado rincón del planeta. Pero no por eso dejaba de ser sorprendente que estuviera allí.
  • ¿Quién? -. Sobraba. - ¿Qué hace usted aquí? -. Eso era más acertado. Era su jefe, claro que lo sabía, pero encontrárselo allí, por sorpresa, era inesperado aunque, pensó, para nada desagradable.
Paul Gant era un hombre guapo, con unos preciosos ojos azules, sinceros y dulces, en los que cualquier mujer de mediana edad, divorciada, bastante bien parecida y desprovista de complejos podía hundirse como en un cálido mar en calma.
  • Siento la intromisión señorita Amelie –. Dijo Paul mientras abandonaba el cómodo sillón, esquivaba la mesa y se dirigía hacia ella con la mano extendida para saludarla.
  • Nadie me avisó de que estaría aquí usted hoy, a estas horas tan tempranas, señor Paul -. Comentó mientras le ofrecía un suave pero firme apretón de manos. La piel del hombre era cálida y suave. Su sonrisa considerada se reflejaba en sus ojos.
  • Lo cierto es que no tenía previsto estar aquí hoy –. Paul se apartó para que Amelie pudiera avanzar hacia su sillón. Aunque fuera su jefe, Amelie apreció la consideración con que la trataba. - Pero el avión hizo escala en Madrid camino de Pekin y el Sr. Perkins me informó de que habían hecho importantes avances en la nanoreducción del genoma que investigan, ¿no es así? -. El tono suave, informado e interesado de Paul animaron a Amelie. Que un hombre con tantas preocupaciones como él se interesara por sus investigaciones era todo un detalle y la garantía de que la financiación, el negro caballo de batalla que siempre la obligaba a mendigar, no se cortaría.
  • Cierto, Señor Gant –. Admitió mientras se sentaba en el sillón, un poco incómoda pues dejaba al hombre de pie frente al escritorio. Había dos sillas más en la sala pero ninguna tan cómoda como el mueble en el que se sentaba.
  • Llamame Paul, por favor. Señor Gant es demasiado formal.
  • Como guste Señ...Paul. Por favor, le agradecería que se sentara. Me siento incómoda viéndolo ahí de pie. Es nuestro jefe y no me parece adecuado que lo tenga en pie mientras le explico lo que hemos conseguido.
Paul sonrió. Acercó una silla y se sentó. El cabello oscuro y bien peinado adquirió un tono brillante cuando la luz blanca se reflejó en él. Amelie suspiró para sus adentros.
  • ¿Y bien? -. Preguntó Paul.
  • Bueno. Lo cierto es que nuestro equipo estuvo atrapado en un callejón sin salida durante varios meses, como creo que usted ya sabe -. Paul asintió, adelantó su cuerpo y se mostró interesado. Amelie continuó tras la breve interrupción. - Pero en cuanto llegaron los nuevos equipos nuestra tarea se vio gratamente desatascada. Es decir, la secuenciación se completó en un periodo de tiempo más bien breve si tenemos en cuenta el volumen de datos con los que estábamos trabajando.
Paul asintió y sonrió. Amelie notó que el aroma a café recién hecho disparaba su sensación de bienestar y seguridad. De repente pensó que había sido una mala anfitriona y que ni siquiera le había ofrecido algo a su jefe. Un café a aquellas horas de la mañana seguro que sería bien recibido.
  • ¿Le apetece un café, Paul?
  • Luego señorita Amelie, cuando llegue Perkins -. Negó el hombre. Amelie notó el disgusto en sus ojos y se maldijo por haberse precipitado.
  • Como guste. Estaba hablando de que los equipos que nos proporcionó su filial y el nuevo paquete de programas aceleraron sobremanera nuestro trabajo. No queríamos anunciarlo aún, pero, en vista de que usted está aquí y de que Perkins ya le ha adelantado información, me complace anunciarle que hemos integrado su ADN en un nanoreceptor con evidente éxito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario